Esa parte de ellos que aterroriza Escocia

Esa parte de ellos que aterroriza Escocia

Esa parte de ellos que aterroriza Escocia

Hace cuatro meses llamaba mi atención la noticia de un anuncio de trabajo en el que se ofrecían 50.000 libras esterlinas, que al cambio deben de ser unos 57.000 euros, vacaciones remuneradas de 28 días y días festivos libres. El trabajo consistía en el cuidado de los hijos de una familia de Scottish Borders, dos niños de cinco y siete años. Según la noticia esta familia llevaba cinco niñeras que habían abandonado el trabajo, ¿El motivo? La casa está encantada.

En otro momento de mi vida hubiera sido tremendamente escéptica con esta noticia. Hubiera sospechado que es el típico texto entretenido con la suficiente cantidad de información, morbo y misterio, una fórmula infalible. Pero en esta ocasión tratándose de Escocia y del pueblo escocés, he de reconocer que pienso que esta noticia posiblemente sea verdad, lo asumo. Este cambio de parecer es debido a que conozco el pueblo escocés de cerca y además, he vivido en Edimburgo y Glasgow las suficientes situaciones que carecen de explicación lógica, como para creer esta noticia. Visto de una manera antropológica, pocos pueblos como los que provienen de los celtas conviven con la muerte con tanta naturalidad en su vida diaria, véase el pueblo gallego. Los caledonios escoceses debieron dejar bien fijada la convivencia y los rituales relacionados con la muerte allá por la Edad de Hierro, ya que a día de hoy, el pueblo escocés tiene muy presente la muerte en su vida diaria.

En la primera casa en la que viví en Edimburgo, durante los primeros diez días, desperté siempre con el edredón en el suelo. Inquieta por la tendencia, una mañana mientras desayunaba con mis compañeros de piso, comenté lo que sucedía. Shona, mi compañera escocesa, me dijo con absoluta naturalidad “son los fantasmas de la casa que te están haciendo saber que estaban ellos aquí antes que tú”. Mi primera reacción fue la de incredulidad, pensé que me estaba vacilando nada más, pero acto seguido el resto de mis compañeros le dieron la razón, asumiendo esto como algo de lo más natural. Como solía hacer, me fui a mi pub de referencia para volcar estas dudas y adquirir una visión global más aproximada del asunto. Efectivamente, la mayor parte de los escoceses a los que pregunté da por hecho que en cada casa habita uno o varios fantasmas y, por norma general, consideran que es debido a que la ciudad es muy antigua y hay muchas personas que han muerto en condiciones muy violentas. Es curioso, mentira repetida verdad aprendida, el caso es que tras hablar de ello con mis compañeros, dejé de despertar con el edredón en el suelo.
A partir de aquí mejor te pinchas este temita, que ahora viene la caña histórica:

A ver cómo te lo explico… en Edimburgo hay rutas de lo siniestro -por decirlo de alguna manera- que son de gran atracción turística, la más famosa es la de The Real Mary King’s Close. Bajo la Royal Mile, en pleno corazón de Edimburgo, se encuentra un complejo de callejones y catacumbas que quedaron soterrados por la obras de remodelación de la ciudad en el siglo XVII. Durante un tiempo esta ciudad subterránea estuvo habitada por las clases más bajas de Edimburgo. No sé si tendrá algo que ver la teoría de la lógica del bucle temporal, la del bucle causal o qué es exactamente lo que allí sucede, pero más allá de la sugestión, en ese sitio se sienten escalofríos sin venir a cuento. Evidentemente el lugar es espeluznante, caminar bajo la ciudad y encontrarte andando a la misma altura que las ventanas de otras construcciones, con todas esas leyendas que rodean las calles y habitaciones de ese lugar, ayuda, pero lejos de este negocio con el misterio, conviene ser consciente de la cantidad de personas que murieron allí por la peste y que convivieron en condiciones infrahumanas allí abajo. Por supuesto, existen tantas experiencias como personas que visitan esta atracción turística, yo lo hice una vez recién llegada no me gustó, más que miedo me pareció claustrofóbico. Aún así me picó la curiosidad y empecé a poner más atención al pasado histórico de Edimburgo. Entre otras cosas me interesé por visitar un par de sitios “especiales”. Hay que tener en cuenta que esta maravillosa ciudad ha sido cuna de grandes mentes que han aportado grandes avances a la humanidad. En el siglo XIX nacía James Young Simpson y nos obsequiaba con el cloroformo, utilizado sobre todo en los partos. Más tarde, en 1844 el doctor Crawford Williamson Long utilizó el éter etílico de manera accidental. Gracias a él, las intervenciones quirúrgicas como las amputaciones dejaron de ser torturas literales. También es importante apuntar que detrás de cada avance en medicina se esconden historias de experimentación con personas moribundas de clases bajas y animales, tal y como te lo pintan en las novelas o peor. La autora de Frankenstein Mary Shelley se basó en la biografía de el doctor James Lind, un reconocido cirujano cofundador de la Royal Society of Edinburgh, que solía experimentar con animales y electricidad. Los famosos Bruke y Hare fueron los autores de los asesinatos de West Port. Diecisiete víctimas cuyos cuerpos fueron vendidos como material de disección al doctor Robert Knox. Este investigador privado, daba clases de anatomía a los alumnos de medicina de la Edinburgh Medical College. Unas clases particulares de lo más macabras.

Llegó el momento como nueva ciudadana en Edimburgo de visitar Arthur Seat, me atraía muchísimo esa forma, desde el primer momento me pareció un elefante sentado. Hay una ruta para subir a la cima de esa colina que está muy bien y las vistas de Edimburgo desde allí son espectaculares, un sitio precioso. Tuve la suerte de subir por primera vez con un guía apasionado por Edimburgo, parecía saberlo todo y nos contó que a principios del siglo XIX unos chicos descubrieron una cueva oculta con 17 ataúdes en miniatura tallados en madera. Dentro de esos ataúdes descubrieron que había 17 figuras humanas vestidas con ropa a medida, como si fueran muñecos vudú. También se baraja la hipótesis de que son una representación de las diecisiete víctimas de los asesinos de Bruke y Hare. Si te apetece ver las miniaturas están en el National Museum of Scotland.

Edimburgo en su totalidad parece un decorado, todo ese gótico junto con el color de la piedra, la lluvia, el frio, la ausencia de luz, todo en ella tiene un halo de misterio, hay callejones bastante lúgubres , por supuesto, muchos cementerios en medio de la ciudad. No es algo exclusivo de Escocia, pero tanto en cantidad como en historia, los cementerios de Edimburgo son espectaculares. El ver pasar a la gente por en medio de ellos para ir a sus respectivos lugares de trabajo, al principio me chocaba bastante, más tarde acabé haciendo uso de sus caminos también. Me costaba, al principio me costaba bastante pasar por ellos, las pocas veces que sale el Sol, en Edimburgo los vecinos se tiran en plancha cerca de las tumbas ávidos de vitamina D. Las tumbas son bastante curiosas y peculiares, las encuentras marcadas con las tibias y la calavera, señal que se les hacía a los fallecidos por la peste y como reclamo para ahuyentar a los saqueadores. Uno de los sitios que de verdad me han dado siempre mucho canguelo es el cementerio de Greyfriasrs Kirkyard, el del perrito Bobby, está justo detrás de la estatua del famoso perrito y la iglesia del cementerio es de estas iglesias que cambia bastante de noche, perfecta para una película de Alex de la Iglesia. Este cementerio no sólo me da mal rollo a mí, no conozco muchos simpatizantes del lugar a pesar de ser uno de los cementerios más bonitos de la ciudad. Hay mucha historia dentro de este cementerio, una de las más famosas es la de Bloody Mackenzie, existen numerosas referencias a este personaje en la red, por si quieres saber en profundidad lo que este histórico capullo llegó a hacer a los Covenanters. El caso es que ese lugar registra altos niveles de… ¿Cómo lo digo, poltergeist? Al parecer se pueden ver, oír y sentir “cosas”. Esto te lo digo ya que está contrastado y documentado -de hecho las autoridades cerraron los accesos a la parte del mausoleo de Mackenzie- por los estudiantes de la Unidad Koestler de Parapsicología (KPU) en la Universidad de Edimburgo, puedes conseguir una Cátedra en Parapsicología. Lo que te venía diciendo, eso de que los escoceses conviven con los fantasmas y la muerte como algo totalmente integrado en su vida cotidiana, más tarde me descubrí preguntándome a mí misma ¿Qué es paranormal y en base a qué concepto de normalidad? Pero la respuesta la reservo para otro post. Que tengas un feliz Halloween.

La tacaña hospitalidad

La tacaña hospitalidad

La tacaña hospitalidad

Se dice que el escocés es de por si una persona tacaña, un tópico más de los muchos que existen y que difieren con la realidad. Si que es cierto que la sociedad escocesa por norma general, posee una gran capacidad de ahorro y son bastante previsores. Un prueba de ello es el cañón que disparan desde el castillo de Edimburgo. En la capital escocesa se retrasó la hora en la que se disparaba el cañón con el fin de ahorrar en armamento. A día de hoy, a la una de la tarde se sigue escuchando el único cañón, como prueba de su rentabilidad.Desde luego mi experiencia con el pueblo escocés fue todo lo contrario, por norma general es un pueblo divertido y hospitalario.

Llevaba tres semanas en Edimburgo con mi determinación y mi empeño por quedarme allí y tuve un día de estos que se te pone todo en contra. Uno de estos días en los que tanta proyección del dichoso ¿Qué será de mí? te desborda y te tuerce todo lo que te propones. Reconozco que el buscarme la vida en otra ciudad, con otro idioma, sin conocer a nadie y desde cero, es una experiencia llena de altibajos. Antes de llegar, desde España adapté mi currículum según las pautas y recomendaciones que por aquél entonces, el Ministerio de Exteriores y otras entidades tenían disponibles. Cuando llegué a Edimburgo no me sirvió de mucho el modelo europeo que redacté aquí y además de incluir detalles de mi dirección en la ciudad, tuve que cambiar parte de la redacción. Afortunadamente y gracias a uno de los primeros amigos que allí hice, el asunto de mi currículum estaba resuelto y ocasionalmente, me llamaban de extra en un restaurante. Mi sustento allí no estaba resuelto todavía y tampoco tenía piso, dormía en un hostel que me pagaba con horas de trabajo allí y el resto del tiempo lo invertía en buscar, buscar y buscar la manera de arrancar allí. Ese día los nervios me comían y nada me salia bien, buscando la calle del consulado español en Edimburgo, di lo menos cuatro vueltas a la manzana donde me señalaba el callejero y no veía el edificio.

En cuestión de segundos mientras caminaba con toda la frustración del mundo, comencé a llorar, arranqué con un desconsolado llanto que el hombre que venía caminando en dirección contraria, vio desde el primer puchero que hice. Recuerdo que mientras aceleraba el paso extendiendo la mano me decía: No, no, no, don´t cry please, don´t cry. Me cogió de la mano y me ayudó a tranquilizarme. Jhon Macginty del que aún conservo su dirección de correo y con el que no perdí contacto durante toda mi estancia allí. Jhon es un Glaswegian que de vez en cuando viaja a Edimburgo por negocios. De aquella tendría unos 43 años y venía unas dos veces por semana a la capital. Nunca olvidaré su humanidad, su comprensión y por supuesto le estaré siempre agradecida. Cuando conseguí tranquilizarme y poder hablar, le conté que simplemente estaba buscando la calle del consulado español en Edimburgo, que llevaba así como cosa de cuatro vueltas a la manzana y por más que callejeaba no encontraba el edificio. Le pedí mil disculpas pero había llegado the top of my crisis, a todo esto mi inglés dejaba mucho que desear…

A él le hizo cierta gracia la manera en la que se lo expuse y mi situación le arrancó además de ternura una muestra absoluta de hospitalidad y educación. Traté de resolver la situación agradeciendo a Jhon su comprensión e irme lo antes posible para no molestar más a ese trozo de pan. No me dejó, insistió en coger un taxi hasta el consulado y estuvo conmigo en todo momento, yo por deferencia, le invité a un café después de solicitar los formularios y la cita. Me ofreció un contrato de prácticas en su pequeña empresa de Glasgow. Lo primero que hice tras el ofrecimiento fue dudar y sospechar, llegó el prejuicio. Pero su educación estuvo por encima de todo. Me dejó boquiabierta la oferta y la hospitalidad. Yo no lo conocía de nada y siempre he sido muy desconfiada. Rechacé la oferta primero porque yo había decidido vivir en la capital de Escocia y porque, bueno, nunca se sabe. El tiempo y la relación me demostró que no había nada turbio en las intenciones de Jhon y a su vez, él me demostró una hospitalidad y una humanidad que dista mucho de la idea de tacañería que rodea al pueblo escocés y desde luego a mí, me arrancó de cuajo la manía de hacerme ideas preconcebidas.